AMBIGÜEDADES EN LA REDACCIÓN
AMBIGÜEDADES EN LA
REDACCIÓN (1ra entrega)
Una
de las técnicas para una escritura medianamente aceptable está en que el
contenido semántico (significado) de la frase que se desea transmitir posea
claridad, y no permita que el lector se acerque a una duda de interpretación,
¿por qué?, pues simplemente porque cuando hay duda, ambigüedad, imprecisión, el
mensaje se pierde en un 60%, lo cual genera incertidumbre en el lector
(situación que no deseamos, ¿verdad?)
Veamos,
al respecto, dos vacilaciones en la escritura:
1. Si
escribimos que en la llanura hay como
cinco vacas, estamos manifestando que no estamos seguros de que lo visto o
imaginado sean vacas, pues dicha cantidad, por ser tan poca, tiende a la negación
o insignificancia de lo narrado. O que el narrador está tan lejos de las vacas que
le impide contarlas con precisión, caso este en que su escritura también cae en
la imprecisión porque el lector ya no confiará plenamente en lo que falta por
leer de dicho tema, artículo o… (por supuesto, no estamos refiriéndonos a los
casos de chistes, o de poemas, donde el uso de las palabras se hace de acuerdo
con el sentir propio del poeta; a lo que para él signifique la palabra, o el
giro idiomático que desee darle a un término determinado. Ejemplo, para el
poeta el bombillo puede ser luz, sol, idea, salida, genialidad, etc).[1]
2. Si
escribimos que Juan vio a Pedro bajando
del avión, la imprecisión, duda y ambigüedad es mayúscula pues dicha
oración posee dos significados:
A) que
Juan, cuando estaba bajando del avión, vio a Pedro,
B) que
Juan vio a Pedro cuando este bajaba del avión.
Es decir, dos posibilidades;
dos personas situadas en la escalera del avión, situación que deja al lector
muy confuso y, por tanto, de continuar tal escritor con alguna otra ambigüedad,
producirá confusión y rechazo en algún lector (o en muchos)
Imaginemos
por un instante dos escenarios:
1) Estamos ofreciendo una
charla o conferencia seria, argumentativa, reflexiva o probatoria, y decimos
con propiedad que Juan vio a Pedro bajando del avión. Bueno… aquí la
audiencia se sentirá “extraviada”, y la seguridad que queríamos transmitir se
desdibuja (por supuesto, imaginemos ahora que eso que dijimos es escrito; la
torta, no hay remedio posible de la “raya” inmensa de desconfianza hacia el
escritor)
2) Estamos narrando una historia de
ficción, y en un momento los personajes principales (Pedro y Juan), en medio de
la emotividad ficcional, se encontraron en el aeropuerto; y escribimos la perla
de “Juan vio a Pedro bajando del avión”. Nuestro hilo narrativo se desmorona en
ese momento pues tenemos ante la lectura los desconcertados ojos y pensamiento
del lector. Es decir, toda la trama argumentativa en el suelo por tan solo un
momento de descuido escritural como este.
¿Por
qué se producen estas ambigüedades?
Porque
no leemos con atención lo que acabamos de escribir, y porque no hay costumbre
de desligarnos de nuestra persona (en cuanto escritora), y colocarnos en los zapatos del lector.
En
otras palabras, toda persona que se precie de querer escribir con claridad
debe, en toda circunstancia, leer y releer lo ya escrito, por supuesto, leyendo
con la vista de un lector y no de quien acaba de escribir.
Es
esta una separación psicológica que al principio cuesta un poco hacerla, sin
embargo, con la práctica constante se consigue. Especialmente cuando logramos
“aterrizar” de la nube del ego que muchas veces nos hace creer que somos
mejores, cuando en realidad lo que podemos ser es algo más preocupados por
entregar un escrito sin dudas, sin
imprecisiones.
En términos
reflexivos: leer y releer con la plena convicción de que, por el hecho de ser
humanos, tendemos siempre al error, a la equivocación, y que por tanto, debemos
“leer” nuestros escritos bajo la lupa de un lector a quien debemos considerar y
complacer en cuanto a una mediana escritura que no lo aburra ni desconfíe de
ella.
Nota: en
el título de esta entrada ‒así se llama en blogger cada artículo‒ hemos escrito
“1ra entrega” por cuanto el deseo de quien escribe estas entregas es incorporar
más adelante otras “ambigüedades”. Por supuesto, esto también ayuda al orden
del lector ya que podrá, entrega tras entrega, guardar la información por entregas.
Carlos
A. Zambrano R.
12
de marzo de 2020, Caracas
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[1] Entendiendo también que el uso del “como” puede ser a
propósito para incorporar duda, lo cual es muy válido si esa es la intención de
quien escribe.
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